jueves, 7 de enero de 2010

Proteger la naturaleza a escopetazos

Mi primo dice que él disfruta de la naturaleza y protege el monte como el que más.

Mi primo dice que sin él y otros como él la naturaleza no estaría en tan buen estado. El monte a menudo se conserva porque muchos como él lo recorren cada fin de semana.

Mi primo dice que gracias a él y a otros como él muchas especies están controladas y no proliferan peligrosamente.

Sin embargo, aunque él no lo hace, sé que algunos de sus compañeros arrojan cebos de carne envenenada para que los zorros no molesten a las perdices y liebres. Esos cebos de carne a veces se llevan por delante también a buitres, águilas, milanos... perros... y por supuesto zorros.

Cuando es temporada, mi primo lleva muchos perros en el Land Rover, perros histéricos que ladran por todo el monte cuando les suelta, ahuyentando a los animales que viven allí. De vez en cuando paseo por el monte y oigo a lo lejos los ladridos, y repetidas detonaciones de alguien disparando con un buen rifle contra el costado palpitante de un corzo o un jabalí. He visto muchas veces los coches cargados con animales muertos, el limpio pelaje salpicado de coágulos de sangre, la lengua colgando fuera del hocico y los ojos perdidos hacia lo alto, blancos.
Algún que otro día un tipo cazando perdices no me vio porque le deslumbraba el sol y disparó en mi dirección. Los perdigones me pasaron muy cerca de la cabeza, y casi soy yo el que termina con los ojos en blanco y vomitando sangre sobre el suelo.

Mi primo cree que descerrajar un tiro a un animal sólo por divertirse no tiene nada de malo. "Luego nos lo comemos", dice.
Tampoco piensa que sea una aberración pagar unos cuantos cientos de euros (o quizá algún que otro mil, depende del animal) por gozar de un día de campo, abatiendo presas que huyen despavoridas de los disparos y los perros.

Yo creo que el monte se conservaría igual, o quizá mejor, si no lo visitaran esos tipos vestidos de camuflaje con sus equipos relucientes y su sed de sangre. Esos tipos que no se estremecen al ver pilas de corzos muertos, y que se hacen fotos junto a ellas para enseñarlas a los amigos y a la familia.

Yo a veces creo que mi primo es un grandísimo cabrón, pero no me atrevo a decírselo, porque este de la caza es un tema tan polémico que siempre me acaban diciendo que no tengo ni idea de lo que hablo, que es una tradición, que es bueno para el monte, que es hasta ecológico.

No sé qué pensar. ¿Qué pensarán los animales cuando huelan a los perros que les persiguen, y a los hombres que les esperan con el cañón bien aceitado listo para destrozar su cuerpo de un disparo que no tendrán tiempo de escuchar?