martes, 31 de mayo de 2011

La publicidad del Banco de Santander: burla al público



Sólo alguien con mucha desvergüenza (y además un poco idiota) puede publicar un anuncio como este y difundirlo a bombo y platillo:



De esto se deduce que hasta hace 5 años han estado ROBANDO a sus clientes 200 euros al año en comisiones.

Es difícil tener tanta desfachatez, combinada con espíritu de latrocinio, desprecio por la inteligencia de sus clientes y más aún con la situación económica actual.

Por mi parte, seguiré haciendo campaña entre mis familiares y amigos para que saquen sus ahorros de bancos como este, auténticos depredadores sociales.
Les invito a hacer lo mismo.

martes, 27 de julio de 2010

¿Tú que haces en tus ratos libres? Yo mato elefantes.


Hay gente a la que gusta pasar su tiempo libre tomando cañas con los amigos. Otros prefieren ver la tele, dar una vuelta, irse de compras, jugar al bingo, pasear por la montaña, montar en bici, jugar al fútbol...

¿Y a este individuo qué le gusta? Pues irse a Camerún a reventar a un elefante a tiros, para poder hacerse una foto tan indigna como esta (portada de la revista "Hunters, cazadores sin fronteras" nº159, correspondiente al mes de julio)

Tiene su gracia lo de "cazadores sin fronteras". Suena como una ONG, pero en vez de ayudar a la gente se dedican a acabar con la vida de animales allá donde unos buenos dólares puedan pagar el capricho salvaje de un señorito occidental armado con un buen rifle de caza.
Revista Hunters, un asco de revista para psicópatas.

jueves, 7 de enero de 2010

Proteger la naturaleza a escopetazos

Mi primo dice que él disfruta de la naturaleza y protege el monte como el que más.

Mi primo dice que sin él y otros como él la naturaleza no estaría en tan buen estado. El monte a menudo se conserva porque muchos como él lo recorren cada fin de semana.

Mi primo dice que gracias a él y a otros como él muchas especies están controladas y no proliferan peligrosamente.

Sin embargo, aunque él no lo hace, sé que algunos de sus compañeros arrojan cebos de carne envenenada para que los zorros no molesten a las perdices y liebres. Esos cebos de carne a veces se llevan por delante también a buitres, águilas, milanos... perros... y por supuesto zorros.

Cuando es temporada, mi primo lleva muchos perros en el Land Rover, perros histéricos que ladran por todo el monte cuando les suelta, ahuyentando a los animales que viven allí. De vez en cuando paseo por el monte y oigo a lo lejos los ladridos, y repetidas detonaciones de alguien disparando con un buen rifle contra el costado palpitante de un corzo o un jabalí. He visto muchas veces los coches cargados con animales muertos, el limpio pelaje salpicado de coágulos de sangre, la lengua colgando fuera del hocico y los ojos perdidos hacia lo alto, blancos.
Algún que otro día un tipo cazando perdices no me vio porque le deslumbraba el sol y disparó en mi dirección. Los perdigones me pasaron muy cerca de la cabeza, y casi soy yo el que termina con los ojos en blanco y vomitando sangre sobre el suelo.

Mi primo cree que descerrajar un tiro a un animal sólo por divertirse no tiene nada de malo. "Luego nos lo comemos", dice.
Tampoco piensa que sea una aberración pagar unos cuantos cientos de euros (o quizá algún que otro mil, depende del animal) por gozar de un día de campo, abatiendo presas que huyen despavoridas de los disparos y los perros.

Yo creo que el monte se conservaría igual, o quizá mejor, si no lo visitaran esos tipos vestidos de camuflaje con sus equipos relucientes y su sed de sangre. Esos tipos que no se estremecen al ver pilas de corzos muertos, y que se hacen fotos junto a ellas para enseñarlas a los amigos y a la familia.

Yo a veces creo que mi primo es un grandísimo cabrón, pero no me atrevo a decírselo, porque este de la caza es un tema tan polémico que siempre me acaban diciendo que no tengo ni idea de lo que hablo, que es una tradición, que es bueno para el monte, que es hasta ecológico.

No sé qué pensar. ¿Qué pensarán los animales cuando huelan a los perros que les persiguen, y a los hombres que les esperan con el cañón bien aceitado listo para destrozar su cuerpo de un disparo que no tendrán tiempo de escuchar?

lunes, 28 de diciembre de 2009

Los minusválidos sólo conducen coches de lujo

Estoy muy contento. Acabo de hacer una conexión entre dos datos aparentemente sin relación, que sin embargo llevan a una conclusión de gran interés científico: los minusválidos conducen en su mayoría coches de lujo.

Según un estudio estadístico que he hecho yo mismo (esta vez no se trata de alguna universidad extraña de Oregón), las plazas de minusválido en los aparcamientos de los hipermercados suelen estar ocupadas por coches de gama alta.
Mi última muestra estadística, un día al azar de estas navidades:

12 plazas de minusválido en total, ubicadas junto a la puerta de entrada al centro comercial.
2 vacías
8 ocupadas por: 3 BMW, 3 Mercedes, 1 Audi, 1 VW Tuareg
2 ocupadas por: 1 Seat Toledo, 1 Renault Megane

De estos datos se deduce que:
1) El 80% de los que aparcan en plazas de minusválido tienen ingresos altos
2) El otro 20% probablemente se trate de analfabetos de bajo nivel cultural y económico que no se han apercibido de que aparcaban en plazas especiales.
3) Los centros comerciales deberían habilitar más plazas para coches de gama alta, ya que durante mis investigaciones pude constatar (indignado) cómo muchos de ellos tenían que aparcar en plazas normales.

Alguien me ha sugerido, de un modo que considero lleno de envidia y mala leche, que puede que los conductores de esos vehículos de lujo sean simplemente desaprensivos sin respeto por los demás, que aparcan sistemáticamente donde más cómodo les parece para hacer sus compras, es decir, en las plazas reservadas a minusválidos de VERDAD.

Pero no, no creo que exista tanta desfachatez. ¿Y usted?

domingo, 9 de noviembre de 2008

Si Dios existiera // If God existed

Me habría gustado creer en Dios, pero me lo ha puesto difícil.

Si Dios existiera, no entiendo por qué hace falta tanto esfuerzo para creer en él, y es más, por qué para él supone alguna satisfacción o recompensa que unos seres tan insignificantes como nosotros creamos o no. Si quiere que creamos en él, ¿por qué no nos ha hecho a todos creyentes por naturaleza? O mejor aún, ¿por qué no se manifiesta de una vez, por todo lo alto, en plan justicia universal, arrasando a los malvados y convirtiendo el mundo en un sitio habitable en lugar del vertedero que es? ¿Por qué un dios omnisciente, omnipresente y omnipotente iba a necesitar de unos pobres bípedos para sentirse mejor?

Estas preguntas no las hago para que me las respondan, ya se han hecho antes, y se han contestado mal antes. Un teólogo podrá responderlas con sus circunvalaciones dialécticas y su supuesto conocimiento del pensamiento divino.
Pero no, no es lógico. Un teólogo es un hombre cualquiera, un señor como yo (como usted también), y no tiene comunicación directa con Dios. Y si dice lo contrario, miente. Es imposible que él conozca lo que piensa Dios mejor que yo (y que usted), así que ¿por qué creerle?

Si Dios existiera no dejaría que nos matáramos en su nombre, eso seguro. Y si Dios existe y deja que hagamos tantas atrocidades para favorecerle, mejor no creer en él.

Nada de esto es nuevo. Es aburrido. Dejemos de hablar de Dios y arreglemos el mundo.

-------------------------------------------------------------------------------------------

I would like to believe in God, but it's hard to do.

If God existed, I cannot understand why we should do such a big effort to believe in him, what is more, why should be some kind of satisfaction or reward that we, insignificant beings in the universe, believe in him or not. Why didn't he make us naturally believers? Or even better, why doesn't he shows himself finally, in style, as the bearer of divine justice, razing with the evils and turning the world into an inhabitable place instead of the garbage dump it is now? Why an omnipotent, omniscient and omnipresent god would need a bunch of poor bipeds to feel good?

I don't make these questions to be answered. They have been posed before, and they have been answered in the wrong way before. A theologist could probably answer with dialectic schemes and an assumed knowing of the divine thoughts.
But it is not logic at all. A theologist is a man like other, a man like me (like you too), and he doesn't have direct line with God. If he says the opposite, he's lying. It is impossible that he knows waht God thinks better than me (and you). So, why should be trust him?

If God existed, he didn't let us to kill ourselves on behalf of him, that for sure. On the other side, if God exists and lets us doing all the outrages and atrocitys we do, it would be better not to believe in him.

Nothing of what I've written is new. It's boring. Let's stop talking about God and let's repair the world.

domingo, 16 de diciembre de 2007

La rata // The rat

















A falta de historias propias que contar
, empezaré con una que mi abuelo nos relataba a mis hermanos y a mí hace tiempo.

A mi abuelo también le pilló la guerra civil española. Por suerte para nuestra familia, eso no le convierte a él (ni a nosotros) en objeto de admiración ni de bochorno. Por suerte, digo, la guerra para la familia fue una desgracia y nada más. Sin reivindicaciones ni zarandajas.

Mi abuelo contaba que, una noche, en medio de la suciedad de la trinchera, se percató de un cierto cosquilleo en la pantorrilla. Como era normal que a uno se le durmiera una pierna tras largas horas de estar agazapado entre el barro, no le dio importancia y procedió a rascarse. Le extrañó un poco que el picor se hubiera materializado en un bulto de buen tamaño que trepaba por su pierna, y en menos que canta un gallo (o en aquellos tiempos, en menos que canta un obús) detuvo la escalada del bulto por la pierna presionando la pernera del pantalón con sus manos. El bulto se movía y chillaba, así que mi abuelo, que por aquel entonces contaba con veintitantos años pero no era tonto, dedujo que "eso" era una rata como un piano.

En nuestros tiempos, cualquiera se habría dado a la histeria, habría salido corriendo de la trinchera a riesgo de que le pegaran un tiro (si hubiera trincheras ahora, claro), o se habría quitado los pantalones con más rapidez que cierto presentador de televisión impresentable.
Pero mi abuelo no. Por no armar escándalo, y sobre todo, por no tener que moverse mucho, deslizó las manos sobre la pernera hasta llegar a agarrar al bulto. Calculó a ojo de buen cubero dónde estaría el cuello del roedor, y apretó con todas sus fuerzas hasta estrangularlo. Luego simplemente meneó un poco la pierna y dejó que el bicho, ya cadáver, cayera al suelo.

Y esto nos los contaba sin estremecerse, quizá pensando que nosotros no nos asustaríamos de semejante historia. Pero lo hacíamos.

Yo no sé si pensaba que mi abuelo era valiente, o simplemente era un extraterrestre. Pero desde entonces me dio la sensación de que vivíamos en planetas diferentes.



Because I don’t have own stories to tell, I’ll begin with one my grandfather told to my sister, my brother, and me, years ago.

My grandfather, as most Spaniards, was trapped within the Spanish Civil War. Luckily for my family, that circumstance does not mean that he’s more admirable nor shameful. I mean, war was simply a misfortune and nothing more. No honor claiming, no trifles.

My grandfather told us that, certain night during the war, among the dirt of the trench, he felt a funny tickling on his calf. It was quite normal that one’s leg went to sleep after so many hours crouching down in the mud, so he thought it wasn’t important and tried to scratch his leg. Then he was a bit surprised that the itch had suddenly materialized into quite a big bulge that was climbing his leg. In a flash (or in those times, a explosion), he stopped the climbing bulge by pressing the trouser leg with his hands. The bulge screamed and shaked, and my grandfather infered that “that” was a huge rat.

In our times, anyone had got hysteric, fleed out of the trench risking his life (supposed that we had trenches in our times, of course), or had taken off his pants quickly, which would be a shame.
But my grandfather didn’t such things. In order not to cause an uproar, and above all, not to have to move much, slithered his hands over the trouser leg until he catched the bulge. He worked out where the neck of the rodent was and tightened as much as he could so as to strangle it. After that he simply shaked lightly his leg and let the poor dead animal fall to the ground.

And this is the story he told us with no shudder, maybe thinking that we didn’t get afraid of it either. But we did.

I can’t remember if I thought that my grandfather was a brave man, or he was simply an alien. But from that day on, I felt that we were living in different planets.